Adrián Vázquez.
El rumbo vertiginoso de este mundo cambiante nos inquieta a todos. El futuro de nuestros empleos, el encarecimiento de la cesta de la compra o la inestabilidad geopolítica son preocupaciones compartidas por todos los gallegos y el conjunto de los europeos. Para subirnos al tren del siglo XXI, la Unión Europea nos exige una mayor autonomía estratégica, que pasa por reindustrializarnos, generar empleo y riqueza, y hacernos menos dependientes de terceros países.
Y Galicia tiene muy buenas condiciones para liderar esta adaptación. Somos una tierra llena de ideas y posibilidades, una región moderna e innovadora, con fuertes servicios públicos y una administración estable y que funciona. Pero, si queremos que Galicia siga siendo el mejor lugar del mundo para vivir, no podemos dejar pasar ninguna oportunidad.
En ese contexto, el proyecto industrial en Palas de Rei es una oportunidad única para fijar población y revitalizar nuestra economía en una zona con altos niveles de envejecimiento y que sufre la fuga de nuestro mayor capital: los jóvenes. Hablamos de una inversión de 1.000 millones de euros que generará 2.500 empleos en la segunda provincia más envejecida de España. Un tren rumbo al futuro que aúna innovación, empleo y sostenibilidad bajo un mismo objetivo: reindustrializar Galicia y, por ende, Europa.
Como es lógico, para seguir adelante, este proyecto —como cualquier otro— debe cumplir con una serie de condiciones medioambientales. Los técnicos de la Xunta están muy acostumbrados a realizar este tipo de procedimientos y nunca ha habido problemas. La declaración de impacto ambiental recientemente publicada confirma, tras un riguroso análisis técnico —34 informes de 42 técnicos—, que Altri cumple con los estándares medioambientales más exigentes.
Por ello es especialmente desconcertante ver cómo el BNG se enroca contra esta cuestión. Tres veces han preguntado a la Comisión Europea por este proyecto y tres veces la Comisión les ha dicho que los competentes para decidir la viabilidad del proyecto son los técnicos de la Xunta. No sorprende a nadie: Europa está llena de este tipo de industrias —en Austria, Suecia o Finlandia— y muchas de ellas han recibido fondos europeos. De hecho, Europa no nos está pidiendo más industria, nos la está exigiendo.
Yo tengo mi casa a 40 km de Palas de Rei y les aseguro que estoy muy tranquilo. No entiendo por qué el BNG llena las calles de pancartas, muchas de ellas hechas de la misma fibra textil que producirá Altri, mientras rechazan una inversión histórica para la tierra que dicen defender. La única explicación posible es su vocación de oposición: quieren permanecer en ella para siempre y no paran de invertir en ello. Al mismo tiempo, están empeñados en que volvamos a vivir en castros.
Con el BNG intentado matar moscas a cañonazos, el único que puede frenar este proyecto de interés estratégico es Sánchez. El Gobierno central tiene que desbloquear los fondos europeos correspondientes y facilitar las condiciones para que salga adelante. Sabemos que la única gallega que de verdad le importa a Sánchez es Yolanda Diaz, pero sería un escándalo que se atreviese a perjudicar a Galicia sólo por fastidiar a la Xunta y al PP.
En definitiva, Galicia cuenta con el talento, los recursos y la ambición necesarios. Ha llegado el momento de liderar la reindustrialización europea desde nuestra tierra. El tren ya está en la estación: es hora de pensar en el futuro de nuestra región, dejar atrás los gritos estériles y subirnos a él con decisión.